Significado simbólico del olivo

Jacob 5:3
El uso del olivo como símbolo de la casa de Israel es un ejemplo excelente que nos ayuda a comprender por que Dios usa el simbolismo para enseñar a sus hijos las leyes y los principios del evangelio. Zenós no fue el único profeta que usó el olivo como símbolo figurativo para representar al pueblo escogido de Dios. Jeremías, previendo la destrucción de los judíos a manos de Babilonia, comparó el pueblo del convenio con un olivo verde consumido por el fuego. (Jeremías 11:16.) También el apóstol Pablo, cuando advirtió a los cristianos romanos contra el orgullo cuando ellos compararon su posición favorecida con la de los judíos, usó una breve alegoría, casi idéntica a la de Zenós en el Libro de Mormón (Romanos 11:17-24.) En la revelación moderna, en una parábola concerniente a la redención de Sión, nuevamente encontramos la figura de la viña y del plantío de olivos (D. y C. 101:43-66). Es obvio que el olivo es un símbolo que representa a Israel, pero ¿por qué inspira el Señor a sus profetas a elegir ese árbol en particular para representar a su pueblo elegido?
En su sabiduría infinita, Dios eligió formas simbólicas que son como profundos pozos de agua. Desde cualquier nivel uno puede apagar su sed de conocimiento; pero cuanto más profundo se hace descender el cántaro, mas fresca y dulce se torna el agua. Al examinar el uso del olivo como símbolo de Israel, varias cosas nos vienen inmediatamente a la mente. El olivo es algo vivo y produce buen fruto en abundancia. Se eligió y apartó a la casa de Israel de otras naciones para producir buenas obras, para nutrir y sostener al mundo. A semejanza de otros arboles, el olivo provee amparo de los ardientes rayos del sol y requiere que se le nutra constantemente para sobrevivir. Aquí se hace nuevamente evidente el simbolismo del propósito de Israel y su necesidad de depender del Señor. Sin embargo, muchos arboles tienen características similares: el manzano es igualmente fructífero; el sauce provee mas sombra; los cítricos necesitan tierra más fértil que el olivo. Debemos entonces ahondar mas en el tema.
Durante siglos se ha asociado la rama de olivo con la paz. Cuando la paloma retornó a Noé, que esperaba en el arca, llevaba en su pico una hoja de olivo como símbolo de que la tierra nuevamente estaba en paz con Dios. (Véase Génesis 8:11.) La rama de olivo se usó en Grecia y en Roma para representar la paz, y todavía se usa en ese sentido en los escudos de varios países del mundo. La guerra y sus penosas consecuencias de destrucción, saqueo de la tierra, sitio y muerte, eran difícilmente condiciones apropiadas para el cultivo de huertos de olivo que requieren muchos años de atención para llegar a plena producción. Esta puede ser la razón por la que el olivo se llegó a asociar con la paz; pero cualquiera que sea la fuente, el simbolismo es evidente. La casa de Israel es la fuente de la verdadera paz para el mundo: su Dios, Jehová, es el Príncipe de Paz. Alguien dijo una vez que no se eligió a Israel para ser una "nación altiva", sino para ser un pueblo que elevara a los demás. En casi seis mil años de historia, la tierra ha conocido pocos períodos de paz. La única fuente de paz es Jesucristo, y la paz se obtiene sólo mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas de su evangelio. Estas leyes y ordenanzas se dan al mundo mediante la casa de Israel, simbolizada por el olivo.
Otro evidente significado simbólico es que el olivo, a diferencia de la mayoría de los arboles frutales, no se puede plantar de la misma forma. Si el vástago verde de un olivo se planta directamente y se le permite crecer, se convierte en un olivo silvestre, un arbusto que crece sin control en una maraña de gajos y ramas que solamente producen un pequeño fruto inservible. (Véase Harold N. y Alma L. Moldenke, Plants of the Bible, pág. 159.) Para llegar a ser un olivo productivo, el gajo principal del silvestre se debe cortar totalmente y en ella injertar una rama de un olivo cultivado. Mediante podas y cuidados, el árbol comenzara a dar fruto a los siete años, pero no alcanzara su máxima productividad hasta después de unos quince años. En otras palabras, el olivo no puede producir buen fruto por si mismo, sino que requiere injertos y cuidados por parte del labrador. Recordemos la figura que utilizó Jesús para describirse a sí mismo, a su Padre y a aquellos que los sirven: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mi no lleva fruto, lo quitara; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiara, para que lleve mas fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado" (Juan 15:1-3). El vocablo griego que se tradujo al español como limpiará también puede significar podara, y en el texto griego el versículo 3 sigue la metáfora y dice: "Ya vosotros estáis podados". Dios es el labrador y poda las ramas silvestres de nuestra vida espiritual si nos sometemos a su tierno cuidado. De esa manera llegamos a ser como el olivo cultivado.
A través de largos siglos de historia Israel ha demostrado una y otra vez cuan extraordinariamente apropiado es este símbolo. Cuando se puso en las manos de su Dios para que los podara e injertara, prospero y dio buen fruto; pero al apartarse del Amo de la viña y buscar su propia fuente de vida y sostén, se tornó silvestre, infructífero y sin belleza. Podemos claramente reconocer al Israel apostata en esta descripción del olivo silvestre:
"El olivo silvestre es una clase de reversión hacia la planta primitiva —como ocurre también con la higuera y el almendro—, y ocurre cuando se desatiende el crecimiento del árbol . . .
"En la mayoría de los cultivos de olivo mal atendidos se pueden ver arbustos de 'olivos silvestres' que, aunque muy diferentes del árbol cultivado—de hojas mas cortas, pequeñas y verdes, y de tallo más verde y duro—, provienen de él. Como regla general, el olivo silvestre es un arbusto, pero puede crecer hasta ser un árbol y producir aceitunas pequeñas e inútiles. Cuando en Palestina se encuentran bosquecitos de olivos silvestres, por lo general son descendientes de árboles cultivados que murieron mucho tiempo antes." (James Hastings, ed., Dictionary of the Bible, s.v. "Olive".)
El olivo es notorio por otras dos características que son muy diferentes de las de otros arboles frutales. Primero, aunque requiere casi quince años para alcanzar su plena fructificación, puede producir durante siglos. Algunos árboles que se encuentran en la Tierra Santa han producido abundantemente por lo menos durante cuatrocientos años. La segunda cualidad sorprendente de este árbol es que cuando finalmente envejece y comienza a morir, las raíces echan nuevos brotes que, si se injertan y se podan en la forma correcta, crecerán hasta convertirse en arboles. Por lo tanto, aparte de que el árbol mismo puede producir fruto durante siglos, la raíz del árbol puede seguir produciendo fruto y nuevos arboles durante milenios. Se cree que algunos de los antiguos olivos en Israel hoy día provienen de arboles ya antiguos de la época en que Cristo vivía sobre la tierra. La raíz del árbol echa brotes aun después de que el árbol se corta. En su obra Plants of the Bible [Plantas de la Biblia] (pág. 159), los Moldenkes dicen: "Es muy difícil secar un olivo por el simple hecho de cortarlo, porque nuevos brotes salen de la raíz y de alrededor del tronco, a menudo formando un matorral de 2 a 5 troncos, todos partiendo de una misma raíz, donde originalmente había un solo árbol". Esta característica probablemente fue la que inspiro al salmista a escribir: "Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa" (Salmos 128:3).
En nuestro tiempo, podemos ver la profunda realidad de ese simbolismo en los descendientes directos de la casa de Israel: los judíos y los lamanitas. De las persecuciones que se proyectaron a través de muchos siglos y de muchas naciones, de los ghettos de Europa, del holocausto que tuvo lugar en la Alemania nazi, de las persecuciones casi increíbles que encabezaron los conquistadores, colonos y agentes oficiales que trabajaron con los aborígenes americanos, han surgido milagros gemelos en el siglo veinte: la nación independiente de Israel y el florecimiento de los lamanitas. Esparcidos mundialmente en grandes dispersiones, perseguidos mas allá de lo imaginable, soportando cambios sociales y tecnológicos de los cuales el mundo antiguo jamas soñó, ante la presencia de fuerzas que debían haberlos exterminado hace siglos, del viejo olivo que parecía muerto hace tanto tiempo surgen nuevas generaciones. Mas y más comenzamos a apreciar el poder de este símbolo.

Tomado del Manual de Instituto.

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